lunes, 30 de julio de 2007

Domingo de lluvia

Despiertas escuchando el tierno rumor de las gotas de lluvia destrozándose contra el techo de tu habitación. Enciendes la luz y apenas si puedes creerle al reloj, es mas tarde de lo que creías y sin embargo todo se ve tan oscuro que no quieres dejar la cama. Posiblemente recuerdes difusamente aquel sueño que te tuvo dando vueltas en la cama durante las horas en que no hacías sino escuchar como en la calle un arroyuelo de agua arrastra algunas cosas que la gente ha dejado tiradas. Deseas con toda el alma haber salido durante la madrugada y ahogar de una vez por todas esos recuerdos que no te dejan tranquilo. Es domingo, aquel día en el que sueles hacer los planes más imposibles para volver a ver a alguien, para revivir alguna antigua amistad de esas que duele haber perdido. Te asomas a la calle y a pesar de la lluvia y el arroyo que sigue corriendo hay un poco de actividad, algunas cuantas personas han salido a la calle y caminan de prisa debajo de sus sombrillas. Hay algún tipo de magia en todo esto, pero es tan extraña que no quieres detenerte a analizarla y solo lo disfrutas. Imaginas como sería estarte mojando y a los pocos minutos dejas de imaginarlo para sentirlo. Tratas de hacer memoria, hacía muchísimos años que no tenias un domingo así. Y así continua hasta poco antes de la hora de la comida. Con aquella lluvia suave cayendo todo el tiempo los problemas parecen no importar y ni siquiera piensas en ellos. Aun así han venido a visitarte algunos recuerdos no muy felices, aquellos fantasmas que nunca se han ido y que aparecen precisamente cuando llueve, estas tan acostumbrado a ellos que ya no son capaces de entristecerte por completo, algún día se irán sin que te des cuenta, o un día de estos casi sin pensarlo saldrás a la calle en la madrugada y los arrojaras a la calle para que el agua los arrastre junto a las hojas y ramas caídas que vienen desde un lugar que no alcanzas a ver.

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